martes, 15 de mayo de 2012

Primera tablilla sumeria

Palabras del señor Enki, primogénito de Anu,el que reina en Nibiru. Tablilla sumeria
"Con pesar en el espíritu, profiero los lamentos; lamentos amargos que llenan mi corazón. Cuán desolada está la tierra, sus gentes entregadas al Viento Maligno, sus establos abandonados, sus rediles vacíos. Cuán desoladas están las ciudades, sus gentes amontonadas como cadáveres yertos, afligidas por el Viento Maligno. Cuán desolados están los campos, marchita la vegetación, alcanzada por el Viento Maligno. Cuán desolados están los ríos, ya nada vive en ellos, aguas puras y centelleantes convertidas en veneno. De sus gentes de negra cabeza, Sumer está vacía, se ha ido toda vida; de sus vacas y sus ovejas, Sumer está vacía; callado quedó el murmullo de la leche batida. En sus gloriosas ciudades, sólo ulula el viento; la muerte es el único olor. Los templos, cuyas cúspides alcanzaban el cielo, por sus dioses han sido abandonados. No hay dominio de señorío ni de realeza; cetro y tiara han desaparecido. En las riberas de los dos grandes ríos, en otro tiempo exuberantes y llenos de vida, sólo crecen las malas hierbas. Nadie recorre sus calzadas, nadie busca los caminos; la floreciente Sumer es como un desierto abandonado. ¡Cuán desolada está la tierra, hogar de dioses y hombres! En esa tierra cayó la calamidad, una calamidad desconocida. Una calamidad que la Humanidad nunca antes había visto, En todas las tierras, desde el oeste hasta el este, se posó una mano de quebranto y de terror. ¡Los dioses, en sus ciudades, estaban tan indefensos como los hombres! Un Viento Maligno, una tormenta nacida en una distante llanura, una Gran Calamidad forjada en su sendero. Un viento portador de muerte nacido en el oeste se encaminó hacia el este, establecido su curso por el hado.
Una devoradora tormenta como el diluvio, de viento y no de agua destructora, de aire envenenado, no de olas, abrumadora. Por el hado, que no por el destino, se engendró; los grandes dioses, en su consejo, la Gran Calamidad han provocado. Enlil y Ninharsag lo permitieron; sólo yo estuve suplicando para que se contuvieran. Día y noche, por aceptar lo que los cielos decretan, argumenté, ¡pero en vano! Ninurta, el hijo guerrero de Enlil, y Nergal, mi propio hijo, liberaron las venenosas armas en la gran llanura. ¡No sabíamos que un Viento Maligno seguiría al resplandor! Lloran ellos ahora en su angustia. ¿Quién podía predecir que la tormenta portadora de muerte, nacida en el oeste, tomaría su curso hacia el este?, se lamentan los dioses ahora. En sus ciudades sagradas, permanecieron los dioses, sin creer que el Viento Maligno tomaría su ruta hacia Sumer. Uno tras otro, los dioses huyeron de sus ciudades, sus templos abandonaron al viento. En mi ciudad, Eridú, no pude hacer nada por detener a la nube venenosa. ¡Huid a campo abierto!, dije a la gente; con Ninki, mi esposa, la ciudad abandoné. En su ciudad, Nippur, lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil no pudo hacer nada por detenerla. El Viento Maligno se abalanzó sobre Nippur..."

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